Fuente de vida y pureza,
flujo eterno que en la naturaleza se expresa,
un tesoro líquido que todo lo sustenta,
en cada gota, la esencia de la existencia.
En ríos que serpentean con gracia y fluidez,
en mares que se extienden hacia el horizonte,
en cascadas que caen con fuerza y destreza,
el agua, un canto perpetuo que nos desmonte.
En la lluvia que empapa la tierra sedienta,
en el rocío que besa las flores al amanecer,
en el mar que acoge en sus brazos la tormenta,
el agua, un regalo que nunca deja de sorprender.
En lagos serenos que reflejan el cielo,
en arroyos que susurran entre la espesura,
en el hielo que se forma en invierno y en deshielo,
el agua, un poema líquido que nos asegura.
Con su fluidez, el agua acaricia la piel,
nos refresca en días de calor sofocante,
nos envuelve en su abrazo fresco y sutil,
un bálsamo divino, un regalo reconfortante.
Pero el agua también es vida en su esencia,
en sus corrientes fluye un mundo submarino,
un hogar para criaturas de diversa presencia,
un ecosistema vibrante, un sueño divino.
El agua nos enseña la importancia del fluir,
de adaptarse a los cambios, de ser flexibles,
nos recuerda que en la unidad podemos persistir,
y en su fragilidad, encontramos lo indestructible.
Así que cuidemos el agua con amor y devoción,
preservemos su pureza, su esencia vital,
porque en cada gota, en cada conexión,
encontramos la promesa de un futuro ideal.
Agua, tesoro preciado que debemos proteger,
conscientes de su valor, de su influencia sin igual,
bendita fuente de vida, eterna y fiel,
en tus corrientes encontramos un legado universal.
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