Esperar, esa danza de paciencia y anhelo,
donde el tiempo se vuelve un compañero,
un suspiro contenido en el pecho,
un eco de esperanzas en cada trecho.
Esperar es sostener los sueños en suspenso,
mientras el destino teje su lienzo,
enredando los hilos del destino,
mientras la impaciencia crece como espinos.
Esperar es confiar en lo invisible,
en la fuerza invisible e irresistible,
es creer que detrás de la neblina,
brilla una luz que ilumina.
Esperar es tejer ilusiones,
con las hebras de nuestras emociones,
es construir castillos en el aire,
y soñar con un futuro que es tan efímero como el aire.
Pero en la espera también hay enseñanzas,
nos revela la belleza de las bonanzas,
nos enseña que la paciencia es virtud,
y que el tiempo nos muestra su latitud.
En la espera encontramos el aprendizaje,
la calma que se extiende en el paisaje,
descubrimos que el destino es un viaje,
y que cada paso es un valioso mensaje.
Así que esperemos con fe y serenidad,
abrazando la incertidumbre con valentía,
pues en cada espera hay una oportunidad,
de crecer, de amar, de encontrar la alegría.
Esperar es un arte que nos invita,
a confiar en el fluir de la vida,
a aceptar que no todo está en nuestras manos,
y a encontrar la calma en medio de los desengaños.
Así que esperemos, con gratitud y esperanza,
porque en la espera se forja nuestra confianza,
y en cada instante, en cada suspiro,
se abre la puerta a un futuro que está por venir.
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